Ya estaba madreado, con el ojo reventado, pero Alfredo Adame todavía repartía patadas. Ese señor de 64 años no entiende o le gusta el ridículo
Alfredo Adame ha dejado de dar lástima y ya empieza a dar coraje. Y es que el señor, quien en cada pelea que le ocurre termina en el suelo, madreado o con el ojo reventado, no entiende que ya está grande para armar tantos desfiguros; tampoco tiene edad para andar agarrándose a golpes con cualquiera. En esta ocasión, por andar de “buen samaritano” le reventaron el ojo y corre el riesgo de perder la vista. Dice Adame que fue testigo de un asesinato y que él acudió a ayudar.