Hacer política de primera no es fácil, hacer politiquería cualquiera puede. En Veracruz gobierna una clase de políticos que, salvo contadas excepciones, han conducido al estado a una crisis de gobernabilidad. Los veracruzanos han sido testigos de las pifias por parte del gobernador Cuitláhuac García, de las arbitrariedades de su secretario de Gobierno, quien ha manoseado la soberanía del poder Judicial y el poder Legislativo. Por cierto, ejemplo claro de un mercenario de la política de la cuarta transformación jarocha, es el diputado, Juan Javier Gómez Cazarín, representante del Distrito 25 de San Andrés Tuxtla.
Primero apostó por Yeidckol Polevnsky, quien fue rechazada por los propios militantes de primera línea de Morena. Después, como marinero sin brújula, fijó sus ojos en Porfirio Muñoz Ledo; ahora que las encuestas dan como favorito ganador a Mario Delgado, el despistado y saltimbanqui diputado jura lealtad al proyecto del nuevo presidente de Morena. Desgraciadamente para Veracruz esta fauna de aprendices de políticos está llevando al estado a un estado de ingobernabilidad donde prevalece la ley del segundo a bordo.
Donde el gobernador Cuitláhuac García Jiménez ha sido rebasado y ha venido a interpretar el papel de un jarrón decorativo a la perfección. Pero el que en estos momentos se lleva las palmas es Juan Javier Gómez Cazarín, un saltimbanqui convenenciero quien, primero se pegó a Polevnsky, luego con Muñoz Ledo, pero como perdieron, ahora jura lealtad a Mario Delgado.
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