En Las brujas de Salem, obra de teatro de Arthur Miller, el personaje John Proctor, un hombre justo, es acusado falsamente de brujería por una mujer despechada. Para salvar su vida, Proctor, quien es inocente y los que lo juzgan lo saben, sólo debe reconocer su pecado y arrepentirse para salvar su vida. Persuadido por su esposa, Proctor reconoce su “pecado”. Pero no es suficiente, John Proctor debe poner su nombre en el documento que se ha redactado donde reconoce su pecado. Pero Proctor no quiere poner su nombre en ese documento, ¿por qué? Él responde: «Porque es mi nombre! ¡Porque no puedo tener otro en mi vida! ¡Porque miento y firmo mentiras con mi nombre! ¡Porque no valgo la tierra en los pies de quienes cuelgan ahorcados! ¿Cómo puedo vivir sin mi nombre? ¡Os he dado mi alma; dejadme mi nombre!».
Entonces, si el nombre es tan importante, tanto que la vida sólo nos da uno, cómo es que algunas personas se portan de manera tan frívola e irresponsable a la hora de poner un nombre a sus hijos. Parece broma, pero algunos padres deberían ser sancionados por los nombres que ponen a sus hijos. Estas personas no entienden que un nombre se lleva para toda la vida, es el significante que nos identifica.
Al respecto, hace unos días circuló una lista de nombres prohibidos, nombres que según decían, el Registro Civil de la CDMX no aceptaba. Entre esos nombres aparecían: «Aceituno, Facebook, Batman, James Bond, Yahoo, Cesárea». La lista por cierto es falsa, las autoridades de la CDMX no la reconocen. La lista es falsa pero la prohibición de poner nombres estrafalarios a los hijos debería ser real.
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