19 de septiembre de 1985. No sentí el sismo. Vivo en Xalapa y era un chamaco dormilón. Mi hermana se la había pasado con trabajos de parto toda la noche, de modo que nos desveló a todos y por eso me desperté a eso de las 09:30 horas; me desperté porque ya tenía hambre. Era jueves y entonces me enteré de dos cosas, mi sobrina Kerem Yatzil ya había nacido, nació en medio de la segunda noticia, había temblado en la Ciudad de México. Encendí el televisor, no había nada; por alguna razón intuí que eso era grave. Más tarde nos fuimos enterando de la dimensión de la tragedia. Pero a esa hora, en realidad no podíamos suponer realmente el tamaño de la tragedia.
19 de septiembre de 2017. Era martes. ¡Qué raro! Estaba en Costco y los martes casi nunca voy a Costco. Seguramente se había acabado el alimento para mis perros. Bajé de mi auto, íbamos a la entrada de la tienda cuando vimos que en lugar de entrar la gente salía. Eran las 13:14 minutos y estaba temblando. Nos quedamos afuera. La gente no estaba asustada, la gente sólo reía porque en la plancha del estacionamiento se sentía un poco el movimiento.
De inmediato acudimos a nuestros teléfonos celulares. Ya se hablaba del sismo, ya se decía que había sido fuerte. Cuando salimos con las compras ya había videos en redes sociales donde se veía como enormes edificios caían estrepitosamente. Entonces me acordé que ese marte era 19 de septiembre. ¡Por Dios! Se rompió el mito. Un rayo si cae dos veces en el mismo lugar.
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