Más de una decena de gobernadores han renunciado a su cargo, y ninguno ha renunciado de manera voluntaria. Por ejemplo, Ángel Heladio Aguirre Rivero, gobernador de Guerrero renunció, porque se le acusó de corrupción y fraude electoral; Rubén Figueroa Alcocer, también de Guerrero, renunció después de ser señalado de haber perpetrado el asesinato de 17 integrantes de una organización campesina; Xicoténcatl Leyva de Baja California pidió licencia al cargo en 1988 por haber apoyado a Cuauhtémoc Cárdenas; Eduardo Robledo Rincón de Chiapas renunció después de que el EZLN hiciera su aparición en ese estado; Jorge Carrillo Olea de Morelos renunció después de un juicio de procedencia por el que quedó inhabilitado por 14 años; Sócrates Rizzo García de Nuevo León renunció luego de los escándalos por corrupción en donde se vieron envueltos varios de sus funcionarios.
Y así otros gobernadores renunciaron a su cargo, y ninguno lo hizo por su propia voluntad. De tal modo, que no venga a decir Cuitláhuac García que él va a permanecer los cinco años que restan en el gobierno de Veracruz, cuando sabemos que en las reuniones del presidente con sus asesores se ha discutido la permanencia de un gobernador que ha dado clara evidencia de su torpeza e incapacidad.
En Palacio Nacional se sabe que con Cuitláhuac en el gobierno Morena puede perder muchos votos. En Palacio Nacional tienen sus propias encuestas y ahí se han dado cuenta de la baja aprobación que tiene el gobernador, al que mandan a otros estados para que aprenda a hacer carreteras.
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