Ortiz Mayagoitia, un modelo a seguir

Mayagoitia
Guillermo Ortiz Mayagoitia FOTO: WEB
- en Opinión

Sergio González Levet / Edel Álvarez Peña no es precisamente una lumbrera como jurisconsulto y su carrera judicial tampoco es como para presumir, pero su llegada a la Presidencia del Tribunal Superior de Justicia, sin ser tampoco universalmente aplaudida, tuvo cuando menos mayor aceptación dentro del gremio de los abogados que la de la meteórica magistrada Sofía Martínez Huerta, quien echó a perder así su inmaculada aureola de ser la primera mujer que ocupa el cargo tan distinguido.

Se quejan los profesionales del Derecho en la entidad de que había perfiles mucho más idóneos que el de la licenciada Martínez, y que sobraba gente con mayor currículum, prestigio y experiencia para ocupar esa silla, que dignificaron en su momento juristas como don Luis Espinosa Gorozpe y don Alberto Sosa Hernández, por nombrar sólo a dos entre una verdadera pléyade de prestigiados magistrados que llenaron con creces la silla mayor del Poder Judicial en Veracruz.

Llegó Edel medio cuestionado y llega Sofía muy cuestionada, y de esa manera va de bajada el honroso lugar que tenía la primera magistratura en nuestro estado.

Lástima, porque la pátina de distinción se abrillantaba por el hecho de que históricamente habían llegado hasta allá estudiosos de las leyes con carreras notables, Y con UN vasto conocimiento de los laberintos de la aplicación de la justicia veracruzana.

Da pena que ahora en Veracruz se cuestione a quien encabeza el TSJ, cuando en la historia ha habido verdaderos talentos, abogados de excepción, estudiosos notables.

Valga como muestra el botón ejemplar del magistrado Guillermo Ortiz Mayagoitia, que llegó a ser Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación recomendado por su historial y por su desempeño como juez a lo largo de toda su vida.

Cuando tomó posesión del dignificante cargo -el máximo al que puede aspirar todo profesional del Derecho-, el 2 de enero de 2007, don Guillermo fue reconocido porque traía un bagaje impecable, impresionante e intocable.

Si alguien le hubiera pretendido cuestionar al prohombre nacido en una casona de la Calle 5 de Mayo de Misantla, él lo habría remitido de inmediato a su currículum judicial, que arranca con el puesto de secretario de acuerdos en los juzgados de Poza Rica y Tuxpan, y sigue como secretario de Estudio y Cuenta de la SCJN en Oaxaca, donde también fue juez de distrito, así como en el DF.

Añada a este historial que fue magistrado de Circuito en los Colegiados de Villahermosa y del Puerto de Veracruz.

Obvio, impartió cursos en el Instituto de Especialización Judicial de la Suprema Corte.

Y así, hasta que el 27 de octubre de 1993, en plena madurez profesional, fue nombrado magistrado de la Sala de Segunda Instancia del Tribunal Federal Electoral, y en enero de 1995 fue designado como Ministro de la SCJN.

La carrera judicial de este veracruzano non debería ser el modelo al que trataran de ajustarse quienes aspiraren a presidir nuestro Tribunal Superior.

Pero no sucede así, y por eso tantos cuestionamientos y tantas discusiones en la cúspide de un Poder que debería ser cristalino e impecable.

La verdad, qué pena.

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