No es lo mismo amar que ser amado, tampoco es lo mismo ser mayoría que ser oposición. El PRI está comenzando a entender el lugar que le corresponde en la historia política. Está cosechando lo que sembró. El tricolor sembró impunidad, complicidades, compró conciencias, corrompió instituciones y cosechó el repudio de más de 30 millones de mexicanos. En la sesión del Congreso General de la LXIV Legislatura, el PRI fue el patiño al que todos culparon por la mala administración de Enrique Peña Nieto.
Mario Delgado Carrillo de Morena les reclamó que entregaban un país en ruinas. Los pocos diputados del PRI sólo se miraban unos a otros y agachaban la cabeza cuando les dijeron que el aumento en el gasto corriente se incrementó en frivolidades y en compadrazgos. Resultó contundente la cifra de 100 mil millones de dólares de déficit en Pemex.
Pero fue muy enfático cuando les dijo en su cara que la Reforma Educativa fue una simulación, ya que su único objetivo fue transgredir el derecho de los maestros. Señaló que se impulsará una verdadera Reforma Educativa de la mano de los maestros. Lo cierto es que viene una clase política que trabajará en austeridad republicana.
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