Debemos reconocer un hecho irrefutable, sí hay personas superiores a nosotros, personas que se destacan de entre los demás. Sin embargo, esa superioridad no se mide por la fuerza o por su violencia, las personas que nos superan, nos superan por sus valores, por sus cualidades, cualidades que algunos de nosotros todavía debemos cultivar.
Recientemente nos enteramos que en los Estados Unidos existen sujetos que pretenden mostrar su superioridad a partir de la fuerza o la violencia, o por el color de su piel. Ellos mismos se llaman supremacistas blancos y creen que el color de su piel determina su superioridad. Pero los vemos, con sus cuerpos tatuados, con su mirada furiosa, con su cólera balbuceante y lo único que muestran es una gran inferioridad.
Su discurso carece de argumentos, su habla sólo es una diáspora de incoherencias que tiene como propósito intimidar. Eso es lo único que consiguen, intimidar. Pero una vez repuestos de la intimidación, estos tipos lo único que provocan es una nausea mezclada con lástima. Se sienten superiores, porque son tan insignificantes.
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