Nadie en su sano juicio pondría en tela de juicio que, después de casi año y medio, es necesario que las escuelas nuevamente abran sus puertas para que los alumnos reciban sus clases presenciales. Sin embargo, los argumentos que utiliza el gobernador de Veracruz, donde señala que los padres que no manden a sus hijos a las escuelas este 30 de agosto, no tiene porqué quejarse si no salen bien preparados y no pasan al siguiente nivel, resultan endebles y de poco peso. Lo que el gobernador olvida es que la mayoría de las escuelas no cuentan con los elementos suficientes para hacerle frente a una tercera ola de contagios.
Y la Secretaría de Educación de Veracruz, que dirige su protegido, sencillamente no está dando el ancho. En otras palabras, finalmente serán los padres y el personal escolar los que sufraguen de sus bolsas los gastos que requiera la escuela para estar bien equipada para recibir a los alumnos.
Desafortunadamente, el gobernador sigue al pie de la letra las palabras y postura del presidente y, es que, como el Ejecutivo federal ha insistido que llueve, truene o relampaguee, se tendrá que regresar a clases a finales de agosto. Pues el gobernador veracruzano, para no desentonar, asume la misma postura. Aunque a decir verdad, la última palabra la tendrán los padres de familia.
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