Andrés Manuel López Obrador es un fenómeno político y social que no se había visto en muchos años. Tres elecciones le costaron llegar al poder, 2006, 2012, 2018. Durante esos años, un gobierno del PAN y uno del PRI mostraron su ineficiencia, su indolencia, su complicidad con la oligarquía y con los grupos criminales que manejan el país. El PAN en seis años mostró su colusión con los grupos del crimen organizado. El PRI en un sexenio maduró la corrupción hasta que se le pudrió, a tal grado que el repudio contra ese partido los llevó a su debacle. Entonces llegó López Obrador y nos llenó de esperanza, nos llenó de alegría; nos hizo creer que el cambio era posible.
Pero también falló, no nos engañó, simplemente falló, no pudo con la corrupción, con la inseguridad, con la pobreza; y lo que es peor, López Obrador no pudo sostener su palabra, su congruencia. A pesar de ello su fortaleza política sigue; su arrastre social continúa.
A pesar de haber inundado a los más pobres de Tabasco, sus paisanos, a pesar de los 100 mil muertos por la pandemia, a pesar de los fajos de billetes de Pío López Obrador, a pesar de la inseguridad y los pésimos resultados, un 62 por ciento, en promedio, de los mexicanos encuestados, respalda el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. ¿Qué está haciendo bien? Manipular, que es lo que mejor sabe hacer.
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