Canonicemos a Javier Duarte; santo patrono de los presidiarios, mártir de los acusados injustamente; ahora resulta que sufrió más que El Chapo

Apóstol
El apóstol Duarte de Ochoa FOTO: LBP

En un documento de 31 páginas escritas a mano, casi una noveleta, el presidiario Javier Duarte confiesa que es inocente, más inocente que Pepe el Toro. El documento se lo entregó al periodista José Ortiz Medina y el periodista nos lo entrega para que lo leamos; la verdad qué hueva, 31 páginas de cuentos, de mentiras, de ficciones. 31 páginas de un Duarte que sigue pregonando su honestidad, su inocencia: «Quiero subrayar nuevamente y de manera muy enfática que soy inocente, que soy un preso político (…) Yo me sacrifiqué gustosamente entregándome a las autoridades mexicanas para poner a salvo lo que más amo en mi vida que es mi familia»; ¿a qué no era el dinero mal habido lo que más amaba?

Lo único interesante de su relato tipo novela corta es enterarse de las macaneadas que le pegaban; por supuesto que debe ser mentira, pero sólo imaginarlo despierta nuestro indecente regocijo. Que a Duarte le dieran el trato que su amigo Bermúdez Zurita dio a tantos jóvenes en Veracruz, aunque sea ficción nos despierta el morbo.

Duarte relata a la manera de Paco Ignacio Taibo II, que se fraguó un complot para asesinarlo y que gracias a los mismos delincuentes que lo acompañaban en la prisión de Guatemala, el complot se desbarató. Y así los cuentos de Duarte, quien jura que sufrió más que El Chapo, y que por ello debe considerarse un mártir que se sacrificó por los veracruzanos y por su familia. Canonicemos a Duarte, santo patrono de los presidiarios.

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