A poquito más de dos años de terminar su administración, el presidente Enrique Peña Nieto se encuentra en el peor momento de su gobierno. No hay sector que haya visto progreso y beneficios de sus tan cacareadas reformas estructurales, es más, el índice de su popularidad se ha venido abajo y no ha encontrado eco de sus acciones de gobierno, sólo escucha repudio, reclamos y abucheos donde se presente, en el país y el extranjero.
Pero él no ha sido el único responsable de esta debacle, sus mariscales, los miembros de su gabinete, han mostrado sólo inexperiencia y una supuesta mano dura para aplicar las reformas; nada de diálogo, nada de diplomacia, sólo muestran garrote, represión y, a veces, teatritos y escenas lamentables en su televisora favorita.
Al reclamo nacional, que iniciaron los maestros y que fueron criticados por otros sectores, quienes los tachaban de huevones, revoltosos y maleantes. Después a este festival se sumaron los miles petroleros que vieron perder sus privilegios gracias a la Reforma Energética y a la baja del precio internacional del crudo. Ahora los doctores y enfermeras se lanzan a las calles para protestar por la privatización de los servicios de salud, y es que al igual que la Reforma Educativa, la Reforma de Salud sólo es una reforma laboral al sector salud.
La verdad, por más que quieran vender un panorama halagüeño, las reformas del presidente Peña Nieto no sirven. Hace tiempo Javier Garciadiego, notable investigador del Colmex comparó al sector educativo con un camión viejo, al que le fallan las ruedas, el motor y la carroza toda oxidada, las reformas que quiere implementar el patrón sólo se enfocan en mejorar la imagen del conductor, sin ver los otros problemas. Así ve la realidad el presidente, que cree que con maquillar al conductor se resolverán los problemas, pero hay más fondo en todo esto, de eso no queda ninguna duda y se le llega la noche y todavía no convence a nadie.
Comentarios