Los líos de Manuel Rosendo

- en Opinión

Filiberto Vargas RodríguezDice ser ingeniero industrial, con especialidad en electrónica, por el Instituto Tecnológico de Veracruz. Su nombre se conoció a nivel nacional por la celebración de su cumpleaños número 47, en la que reunió a más de 10 mil personas.

Es el alcalde de San Andrés Tuxtla, Manuel Rosendo Pelayo, un personaje de la política veracruzana que empieza a generar dolores de cabeza a sus padrinos políticos.

Manuel Rosendo se promueve como experto en operación política y dice tener el control electoral en su municipio, en el que –por cierto- se congregan más de tres cuartas partes del padrón del nuevo Distrito 25, que ahora se limita a San Andrés Tuxtla, Catemaco y Hueyapan de Ocampo.

Con esa tarjeta de presentación vendió caro su amor al candidato priista a la diputación federal, Jorge Carvallo Delfín, y ahora pretende repetir la fórmula con el más fuerte aspirante a la curul local, el catemaquense Vicente Benítez.

Tiene, sin embargo, un obstáculo. Se llama Jorge González Azamar, alcalde de Catemaco, la tierra de Vicente Benítez.

Estos dos personajes (Manuel Rosendo y González Azamar) se disputan todos los días, en todo momento, el privilegio de construir la agenda política del Oficial Mayor de la Secretaría de Educación, visto por propios y extraños como la carta más fuerte del PRI para la diputación local el próximo año.

El problema es que esa competencia política se ha salido de orden y ya empieza a generar problemas.

Las severas críticas contra Manuel Rosendo por realizar tan onerosa celebración de su cumpleaños llegó a salpicar a Vicente Benítez, por ser el personaje más destacado entre los invitados, a quien Manuel Rosendo paseó, mesa por mesa, para “acercarlo” a los potenciales votantes.

El problema de Manuel Rosendo es su afición a la bohemia, y la debilidad de su lengua cuando ha consumido una cantidad respetable de licor. En esas condiciones es capaz de presumir su influencia con Jorge Carvallo o Vicente Benítez, es capaz de gritar que en San Andrés Tuxtla él es el que manda y se hace sólo lo que él dice. Es capaz de decir que así como eleva a un aspirante, de la misma manera lo puede hacer caer.

Ya en los más altos círculos de la política veracruzana están enterados de los exabruptos del alcalde sanandrescano y, como medida preventiva, han ido cortando los puentes de comunicación.

Hoy el primer priista de la entidad no le toma llamadas, no lo recibe, no le responde mensajes, no lo acepta en el Pin de su Blackberry.

Hace apenas unas semanas el mandatario estatal estuvo por esas tierras y parecía que las cosas marchaban muy bien. Muchas cosas pasaron desde entonces para que la relación se enfriara.

Vicente Benítez sí mantiene la comunicación con el alcalde. Entiende la importancia de ese municipio y le da su lugar al “jefe político” de la zona, pero él también tiene sus límites, y difícilmente permitirá que los tropiezos de Manuel Rosendo Pelayo pongan en riesgo la viabilidad de su proyecto político.

No debe perder de vista el alcalde de San Andrés Tuxtla que hay un grueso expediente con su nombre, que tiene a buen resguardo la autoridad estatal.

En el juego de la política, el que asoma la cabeza de más, corre el riesgo de que se la corten.

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