El líder del partido tricolor, el Clavillazo Enrique Ochoa Reza, se lava en salud con el caso Duarte, se enoja en las cámaras de televisa y muestra una indignación hipócrita difícil de creer. Cierra el puño y declara lo siguiente: «Exigimos que las autoridades continúen las investigaciones y se cumplan las órdenes de aprehensión; que se incauten los bienes y se regrese el dinero que se robaron».
Y para rematar y le creamos que de verdad el PRI exorcizará sus pecados y resurgirá como un alma de la caridad, añade: «los corruptos deben terminar en la cárcel». Resulta muy difícil de creer que después de más de 70 años, el PRI de verdad quiera y pretenda combatir la corrupción.
La petición de que Javier Duarte regrese lo robado, suena infantil e inverosímil, la sociedad —especialmente la de Veracruz— sospecha que ésta sólo es una estrategia electoral, junto con el Sistema Nacional Anticorrupción que el PRI propone. Si de verdad el PRI tuviera voluntad de fomentar una cruzada contra la corrupción, debería comenzar a investigar a la consorte del presidente y a sus familiares. No es necesario ir tan lejos.
Comentarios