Durante muchos años, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) tenía en el Congreso Federal representatividad legislativa. Cientos de maestros llegaban a los congresos locales, y en las cámaras baja y alta llegaban los lideres cercanos al poder magisterial. Hoy brillan por su ausencia. Sus curules han sido ocupadas por maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). Esta corriente dentro del propio SNTE tiene 40 diputados, una representación mayor al número de sus afiliados; de ese tamaño es su poder e influencia que el propio presidente, por primera vez, se reunió con una representación de la CNTE.
En estos momentos el SNTE pasa por una severa crisis de credibilidad y legitimidad, en la mayoría de las secciones del país existe y se percibe un vacío de poder. Sus seccionales carecen de credibilidad moral delante de los maestros que ellos representan. Su blandengue postura ante la arremetida federal, para imponer la mal llamada Reforma Educativa, los ha dejado muy mal parados ante las bases.
Por otro lado, la exigencia de un buen grupo de maestros que exigen la renovación de un débil interinato del que se ha colgado Alfonso Cepeda Salas, actual secretario general, como su única tabla de salvación, es muy fuerte, al grado que tanto la titular de la Secretaría del Trabajo como el propio presidente están declarando, casi todos los días, que ya debe haber democratización sindical. No hay vuelta de hoja para el SNTE, o le entra a la democratización o se queda en el pasado y en el olvido de las bases.
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