Se llama Óscar, tiene 12 años y es un niño migrante que busca llegar a Los Ángeles, California para encontrarse con un tío pintor que tiene 15 años residiendo en los Estados Unidos. Óscar hizo solo el viaje desde Guatemala. Su madre le dijo que no llorará, Oscar confiesa, «pero yo lloré». Su madre, una mujer soltera perdió su trabajo por causa del covid-19, por lo que decidió mandar a su único hijo con su hermano en Los Ángeles.
Óscar recuerda que el momento más difícil que pasó antes de llegar a la frontera fue estar hacinado en un tráiler, donde hacía mucho calor, donde muchos, incluso él, se desmayaron. Pero sobrevivió y se consiguió un amigo que constantemente le decía que no se diera por vencido, «que teníamos que llegar, con la misericordia de Dios. Y también me dijo que allá iba yo a tener una mejor vida».
Y ahí estaba Óscar, en Valle del Río Grande, esperando cruzar la frontera. Cuando le preguntan por qué hizo el viaje solo, él contesta: «Yo me vine porque nosotros no teníamos qué comer». La historia de Óscar es una entre miles de historias de niños migrantes, que cada vez más seguido tratan de cruzar la frontera de los Estados Unidos.
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