Lo hemos dicho antes, cínico viene de “perro”, y un cínico es una persona que muestra su desvergüenza o descaro en el mentir o en la defensa y práctica de actitudes reprochables. Por ello, no tenemos ningún empacho en decir que Éric Patrocino Cisneros es un cínico, un sujeto tan acostumbrado a las mentiras que cuando se demuestra una verdad irrefutable con evidencias, escupe sobre ellas. Las pruebas del nepotismo de Cuitláhuac García las tenemos a la mano, y las ponemos a disposición de quien las quiera ver, incluso a disposición del secretario de Gobierno.
Insistir en que es mentira la consanguineidad entre Cuitláhuac García y Eleazar Guerrero no sólo es necedad, sino síntoma de una tara mental que inclina a las personas hacia la corrupción.
Pero todavía más grave es que el mismo secretario de Gobierno diga que tiene una prima en la Fiscalía del Estado, y que nadie le ha preguntado nada: «Nadie dice que somos familia y que somos del mismo municipio y que nuestros padres eran primos hermanos»; eso es el colmo del cinismo. Lo que deberíamos preguntarnos es: ¿Por qué tanto empeño en negar una evidente consanguineidad? ¿Qué intereses hay en mantener viva una mentira que está más muerta que la abuela Manuela Durán?
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