Insistir en que es mentira la consanguineidad entre Cuitláhuac García y Eleazar Guerrero no sólo es necedad, sino síntoma de una tara mental que inclina a las personas hacia la corrupción.
Pero todavía más grave es que el mismo secretario de Gobierno diga que tiene una prima en la Fiscalía del Estado, y que nadie le ha preguntado nada: «Nadie dice que somos familia y que somos del mismo municipio y que nuestros padres eran primos hermanos»; eso es el colmo del cinismo. Lo que deberíamos preguntarnos es: ¿Por qué tanto empeño en negar una evidente consanguineidad? ¿Qué intereses hay en mantener viva una mentira que está más muerta que la abuela Manuela Durán?