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100 días y ya nos dimos cuenta que en Veracruz están muy pendejos para gobernar

Armando Ortiz / La palabra pendejo está muy desacreditada. Pendejo, palabra tan difamada, tan mal usada, tan vilipendiada. Pendejo, según la Real Academia, es un pelo que nos nace en el pubis y que la verdad no sirve para nada; como los pendejos. Pero pendejo también es un hombre tonto, estúpido, pusilánime. En Argentina y Uruguay un pendejo es un adolescente que quiere tomar actitudes de adulto, sin serlo. Un chamaco de trece años que fuma en la escuela, porque su padre y su madre lo hacen en la casa es un pendejo. Pero en Costa Rica un pendejo es una persona con miedo, miedo a cometer pendejadas. Pues así está este gobierno, gobierno que no acaba de arrancar; gobernantes que como adolescentes quieren tomar actitudes de demócratas cuando no tienen ni idea de lo que es democracia. Gobierno pusilánime que no logra llevar a cabo sus cometidos, y que bueno, porque esos cometidos son disparates, o vendettas que tienen el sello de un tal Patrocinio Cisneros Burgos; gobierno criminal, porque deja libres a los que desaparecieron a nuestros jóvenes; gobierno encubridor que a pesar de el evidente nepotismo, decide volverse cómplice; gobierno mentiroso, que promete bajarse el sueldo y ahora sale con que no puede; gobierno cobarde, porque se deja amenazar; gobierno ineficiente, porque las matanzas, secuestros y extorsiones siguen en varias ciudades del estado. En fin, gobierno pendejo que a 100 días no sabe que rumbo tomar, no sabe qué estrategia seguir, no sabe qué responder, no sabe dónde está la realidad; en fin, que no sabe gobernar.

Cuitláhuac García, ya se dieron cuenta de sus debilidades, de su pusilanimidad y creen que pueden aprovecharse de ello

Los que conocemos a Cuitláhuac García de años atrás, pero de muchos años atrás, sabemos que era una persona honrada, con muchas ilusiones y ganas de trabajar. Le dicen Cuicaras porque ese era su correo electrónico al que le mandaba mis artículos que publicaba en un blog semejante al de Víctor Hernández, “El sendero del Peje”, pero en su versión veracruzana era “El sendero de Veracruz”. Entonces Cuitláhuac García sentía respeto por la inteligencia, porque celebraba cada artículo que le entregaba, me los pedía, los leía, hacía difusión de ellos. Mientras Arturo Hérviz y Margarita Guillaumín controlaban el PRD en Veracruz, Cuitláhuac no tenía oportunidad de buscar algún puesto de elección popular; siempre fue relegado, pero eso no lo desanimaba para seguir mostrando su apoyo al proyecto de López Obrador. En algún momento, el entusiasta ingeniero quiso iniciar un proyecto de radio por internet, y para ello me citó en la colonia Modelo, donde se habló por horas de un proyecto que nunca se concretó. Pero Cuitláhuac nunca dejó de apoyar a AMLO, ese fue su gran mérito. Por ello fue merecida la nominación como candidato a la diputación federal, por ello ganó la diputación federal, porque era honrado, honesto. Pero ya siendo diputado algo pasó. Todo le empezó a cambiar, desde sus declaraciones obtusas, “que Xalapa se rasque con sus propias uñas”, hasta el desdén por la inteligencia. Se rodeo, o se dejó rodear de una “bola de pendejos” que sólo lo están empinando, que ya se dieron cuenta de sus debilidades, de su pusilanimidad y creen que pueden aprovecharse de ello.

Cuitláhuac García era honrado. ¿Qué le pasó? ¿Podrá volver a ser lo que era?

Hoy Cuitláhuac García, el gobernador, carga con un gesto ensayado de tirano, porque alguno de esos pendejos que lo rodean le ha de haber dicho que es mejor ser temido que ser querido, que es mejor ser inflexible que flexible, que es mejor mentir que decir la verdad, que es mejor hacerse un mundo de fantasías que enfrentar la realidad. Cien días nos bastaron para darnos cuenta del engendro que ocupa la silla de gobernador en Veracruz, un sujeto al que no le vas a ganar una, un sujeto que, a pesar de darse cuenta de su error, ha decidido no reconocerlo. Por eso justifica con mentiras el nepotismo en su gobierno; justifica con mentiras su incapacidad para cumplir sus promesas. ¿Pero de dónde le brota el rencor? ¿Qué pensamientos le obligan a esos gestos de cólera, de frustración, de rechazo? ¿De qué se acuerda? ¿Quién le provocó semejante trauma que hoy prefiere fabricar su propia realidad? ¿Qué lo volvió tan altivo? Una anécdota basta para describir al nuevo Cuitláhuac García, el gobernador de Veracruz. Un día un alcalde militante del PRD supo que el entonces gobernador electo pasaría por su municipio. Habiendo sido en algún tiempo correligionarios, el alcalde se sintió con ánimos para mandarle decir que le gustaría comentar algunos problemas de la comunidad, que si se podían ver. Cuenta el alcalde que Cuitláhuac le mandó decir: “Ni se te ocurra saludarme, porque no te voy a devolver el saludo”. ¿Qué le pasó a Cuitláhuac García? Lo juro, hace algunos años era un sujeto sencillo, honrado y trabajador. ¿Quién le metió tanto odio en el alma?

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