«Las encuestas no votan, quienes votan son los ciudadanos», advertía Aurelio Nuño Mayer, coordinador de campaña de José Antonio Meade, candidato de la coalición Todos por México, días antes de las elecciones. Uno de los secretarios de Educación más repudiado por el magisterio estaba tan seguro de la victoria de su candidato que en las entrevistas decía: «Las elecciones se definen en las urnas y no en las encuestas». «Hay elementos muy sólidos con los que el domingo podremos estar ganando», declaraba Nuño Mayer.
Sin imaginarse la enorme debacle de su partido, se atrevía a decir: «El PRI es un partido histórico, el único que sigue estando en todos los rincones del país; fue el gran constructor del México del siglo XX», afirmó. Su arma secreta la revelaba: «Hay un número alto de indecisos; contamos con el partido más grande y mejor organizado».
Sin embargo, Nuño Mayer estaba completamente equivocado, nunca se imaginó que frente a ellos se venía un tsunami que los relegaría hasta el fondo de las preferencias electorales, sin ninguna posibilidad de llegar a la presidencia. Hoy el PRI está cojitranco; el tricolor desapareció del mapa político, no ganó absolutamente nada. Hoy Nuño Mayer llora. El agravio y la afrenta al magisterio es una factura que ya está cobrada, bien cobrada.
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