Se anota en el Código de ética de la Universidad Veracruzana que «la solidaridad como valor conlleva comprender la relación recíproca o interdependencia existente entre los seres humanos y se expresa a través de la capacidad que desarrollamos para sentir empatía con otros y para ayudarlos en momentos difíciles o en cualquier situación en la que requieran de apoyo. La solidaridad conlleva un sentimiento de unidad en el que se traspasa el simple interés personal y se busca alcanzar metas o intereses comunes».
Por supuesto a Sara Ladrón, rectora de la Universidad Veracruzana, ni siquiera se asomó a este punto del Código de ética al momento de ordenar al abogado de la UV que se deslindara de la investigación que hiciera Rosío Córdova sobre la violencia que se vive entre la comunidad universitaria.
La UV, su rectora, sus académicos y sus alumnos, debieron sentir empatía y debieron disponerse a ayudar en los momentos difíciles a la académica que estaba siendo citada por la Fiscalía para que declarara sobre la investigación que desarrolló en la propia UV; Rosío Córdova requería de apoyo y sólo le dieron la espalda. ¿Dónde quedó la solidaridad?
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