Flavino Ríos Alvarado, a lo largo de su carrera política, había logrado sortear grandes problemas políticos y familiares. Siempre estuvo rodeado por verdaderos hampones, el mismo Fidel Herrera y Érick Lagos por mencionar algunos. Este fogueado político había logrado un buen capital político en su persona.
Sin embargo, su lealtad al gobernador en fuga ha llegado a rayar en complicidad. El haber reconocido que él fue el funcionario que autorizó el permiso para que éste pudiera escapar, lo dejó muy mal parado ante la sociedad veracruzana y ante la ley.
Su capital político está por los suelos, su credibilidad se ha pulverizado, su futuro político se vislumbra negro y opaco. Los veracruzanos esperaban tacto político, firmeza y sapiencia en la etapa de transición, y nos topamos con un personaje coludido con el gobernador en fuga.
Ni hablar, cada quien siega lo que siembra y mientras el mandatario interino gobierna los 212 municipios desde la comodidad de su casa, con la tecnología celular, sólo esperamos un milagro y que la Federación se apiade de los veracruzanos.
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