Sin embargo, su lealtad al gobernador en fuga ha llegado a rayar en complicidad. El haber reconocido que él fue el funcionario que autorizó el permiso para que éste pudiera escapar, lo dejó muy mal parado ante la sociedad veracruzana y ante la ley.
Su capital político está por los suelos, su credibilidad se ha pulverizado, su futuro político se vislumbra negro y opaco. Los veracruzanos esperaban tacto político, firmeza y sapiencia en la etapa de transición, y nos topamos con un personaje coludido con el gobernador en fuga.
Ni hablar, cada quien siega lo que siembra y mientras el mandatario interino gobierna los 212 municipios desde la comodidad de su casa, con la tecnología celular, sólo esperamos un milagro y que la Federación se apiade de los veracruzanos.