Rodeado por gran parte de su gabinete de trabajo, en la Sala de Banderas, el gobernador Javier Duarte, con un traje color arena y una corbata oscura, hace apenas unos momentos, dirigió un mensaje a la sociedad veracruzana. «Ahora es tiempo de la reconciliación y de la unidad. Quiero convocar a todas las veracruzanas y veracruzanos, independientemente de su filiación política, a mantener la unidad en el trabajo en los meses por venir», expresó.
Brillo por su ausencia esa voz chillante y retadora. Se pudo ver a un gobernador caído en la desgracia. Visiblemente triste y serio el todavía gobernador de los veracruzanos aseguró que «la alternancia es uno de los valores que integra a la democracia… ésta llegó para quedarse». Finalmente se despidió de un grupo de periodistas, que comentaban en voz baja: «Pobre, ahora sí, ya nadie lo salva».
La breve conferencia duró menos de lo que se tardaron en instalar a todos los miembros del gabinete, quienes no podían ocultar las ganas de salir corriendo, visiblemente afectado por la vergüenza. Faltan seis meses para terminar esta administración, y si fuera decisión de Javier Duarte, él entregaría la gubernatura mañana mismo, ya no quiere queso, sino salir de la ratonera.
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