Recuerdo un capítulo de Los Simpson en el que el señor Burns es candidato presidencial. Su planta nuclear ha contaminado los ríos de la ciudad, a consecuencia de eso aparece Blinky, un pez de tres ojos que Marge le ofrece como comida en una visita que el candidato Burns hace a la familia Simpson; una típica familia americana. Burns dice que el pequeño Blinky es inofensivo, que es un ejemplo del proceso evolutivo. Cuando intenta probar un bocado del pez de tres ojos, Burns no puede tragar el bocado, lo escupe, por lo que se viene abajo su candidatura. Burns, ante la impotencia de no poder asesinar a Homero, le amenaza: «¡Simpson!, quiero que sepa que el resto de mi vida lo dedicare a ver que sus sueños no se hagan realidad». Más tarde en la cama con Marge, Homero lamenta su suerte: «Oh, ¿mis sueños no se cumplirán? ¡Oh, no! No me gusta ni un ápice cómo suena eso. Eso significa que no tengo nada que esperar. Marge, haz que esto mejore, por favor. ¿No puedes hacerlo mejor, eh?»
Marge, con su natural sabiduría le contesta: «Homero, cuando los sueños más grandes de un hombre incluyen repetir el postre, abrazos ocasionales y dormir hasta el mediodía los fines de semana, ningún hombre puede destruirlos». ¿Deberíamos preocuparnos por la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos? La verdad es que no tanto. No queremos minimizar el asunto ni trivializarlo diciendo que nosotros no somos americanos. Es cierto que habrá consecuencias para el ciudadano común por las aventuradas y locas decisiones que tome Donald Trump, sin embargo, en México, las personas resilientes han soportado eso y más.
En este país millones de mexicanos hemos soportado pésimos gobiernos y los hemos sobrevivido. Hemos librado catástrofes como los terremotos de 1985 y 2017, hemos soportado el paso de huracanes, hemos soportado “errores de diciembre” y estrategias absurdas y erróneas como la de “abrazos, no balazos”. Donald Trump es como el señor Burns que tiene como meta acabar con los sueños de millones de buenas personas. Pero como dijera Marge Simpson, si nuestros sueños son tan sencillos como «repetir el postre, abrazos ocasionales y dormir hasta el mediodía los fines de semana, ningún hombre puede destruirlos».
