Conforme avanzaba la administración del inepto Cuitláhuac García y la Fiscalía estatal no tenía resultados qué presumir, Hernández Giadans fue labrando su caída inevitable. No solo por la vergonzosa salida del amo y señor de la negritud, quien era quien la apalancaba en el puesto, sino por su ineptitud y por prestarse como punta de lanza para las vendettas rencorosas, que el remedo de gobernador aplicaba a sus enemigos políticos.
Hoy Verónica Hernández Giadans, sabe que no se encuentra en el ánimo de la nueva gobernadora, sabe que sus días están contados, reconoce que la moneda está en el aire, y por eso, sabe muy bien, que hay muchas posibilidades de ser inquilina del penal de Pacho, un lugar donde mandó a muchos enemigos del gobernador y de su inefable protector, el malogrado, Bola 8.