López Obrador, después de la tragedia de Otis en Acapulco, dijo que no acudía al lugar de la tragedia para verse con los damnificados porque debía cuidar la investidura. Tenía miedo de que los insultara, de que le mentaran la madre, de que lo abuchearan. Por ello, durante las dos tragedias ocurridas en Acapulco y en otras, prefirió quedarse en su “palacio” para desde las mañaneras insultar a los gobiernos pasados, a quienes acusaba de las cosas malas que ocurrían durante su gestión. Por otro lado, el rey de España, Felipe VI, acudió a ver a los damnificados de Valencia, donde la DANA arrasó con todo. El presidente acudió acompañado de la reina Letizia y del presidente de España, el izquierdista Pedro Sánchez.
Apenas iniciaban el recorrido todo se salió de control. Los valencianos cabreados por la tragedia que les cayó encima lanzaron palos, lodo e insultos a la comitiva. Pedro Sánchez al ver el enojo de los valencianos salió huyendo. El rey Felipe VI y doña Letizia no huyeron. Felipe VI, con mucha templanza, aguantó los insultos y recibió el barro. Avanzó mientras los españoles reclamaban y conforme avanzaba esos españoles se dieron cuenta de que tenían rey y le pidieron consuelo.
Felipe VI no se echó para atrás. Le preocupaba doña Letizia, pero los damnificados acudieron a su reina para decirle que la bronca no era con la Corona, que la bronca era con el gobierno de izquierda de Pedro Sánchez. Qué gran lección para un presidente de trapo como López Obrador, quien se pasó los 6 años de su gobierno insultando a sus gobernados, echando la culpa a sus antecesores y protegiendo la corrupción de sus hijos.