Desde que el presidente Andrés Manuel López Obrador adoptó el lema “no me vengan con que la ley es la ley” y de que ha creído, que su “autoridad personal está por encima de la ley”, se puede concluir que el primer mandatario está obsesionado en salirse con la suya. Sus ataques contra el poder judicial y su intención de tener el control del congreso federal, para poder reformarlo, solo reafirma una conducta alejada de la institucionalidad.
Los mexicanos que emitirán su voto el próximo 2 de junio, deberán reconocer que su voto puede ser dividido, no es necesario otorgar un cheque al portador a Morena, ya que, hasta el momento, el único poder que sirve como factor de equilibrio, es precisamente el poder judicial.
Resulta muy difícil entender, que el presidente no es un demócrata, sobre todo, para aquellos que han sido comprados por las prebendas sociales. Lo único que pueden hacer los mexicanos el próximo dos de junio, es salir a votar, si existe una votación copiosa será muy difícil que el presidente se salga con la suya. Al menos hasta el momento, es la única luz que se percibe al final del túnel.
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