La muerte de un estudiante de la Escuela Normal de Ayotzinapa, Raúl Isidro Burgos a manos de elementos de Seguridad Pública de Guerrero debe esclarecerse hasta que no quede duda, pues lo que este país menos necesita son crímenes de impunidad o mártires gratuitos. La versión de las autoridades de Guerrero es que dos estudiantes de Ayotzinapa viajaban en un auto con reporte de robo; aunque señalan que sin placas. Los policías le marcaron el alto a los estudiantes, pero no se detuvieron, antes bien, señalan los policías, los estudiantes les dispararon, por lo que tuvieron que repeler la agresión.
El resultado, uno de los estudiantes murió con disparos de bala en la cabeza y el otro estudiante quedó mal herido. Uno de los padres de los 43 de Ayotzinapa aseguró que los jóvenes no iban en un auto robado, pero que los autos que les asigna la escuela no tienen placas. Además, dijo que los estudiantes no iban armados, por lo que no es creíble que hayan disparado.
El caso está completamente turbio, sobre todo porque sabemos que los normalistas de Ayotzinapa acostumbran robar autos para su causa, pero también los retenes de la policía o son arbitrarios, o son retenes del crimen organizado, por lo que nadie se siente seguro cuando uno de estos retenes les marca el alto. A manera de protesta por la muerte de su compañero los normalistas incendiaron patrullas en las calles del centro de Chilpancingo.
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