No se puede esperar que a 7 meses de que concluya el sexenio de López Obrador, éste rectifique; no se puede esperar que reconozca sus errores. Durante los casi 6 años de su sexenio el periodismo en México ha vivido una situación de acoso, represión e inseguridad. México, se sabe en todo el mundo, es uno de los países donde el periodismo es una de los oficios más peligrosos. Ahora bien, que la represión y los ataques provengan de agentes externos, hablemos del crimen organizado o de políticos corruptos, es en cierto modo comprensible. Pero que el acoso parta directamente de la Presidencia, de la propia boca del presidente López Obrador, eso no es ni comprensible ni tolerable.
Ante el acoso del presidente López Obrador en contra del periodista Carlos Loret de Mola, quien se ha dedicado a revelar la corrupción de su gobierno y el tráfico de influencias de sus hijos, los columnistas de El Universal, firmaron una carta de apoyo a Loret de Mola, al tiempo que condenaron “la exhibición dolosa de datos personales, ejercida en varias ocasiones contra el propio Loret de Mola y otros periodistas, es inadmisible para quienes consideramos que la de expresión es la primera de las libertades en un régimen democrático”.
¿Cuál fue la respuesta del presidente? Como siempre recurrió al pasado: “Hay una carta reclamando, nada más les voy a contar una anécdota: cuando en 2006 se portó muy mal EL UNIVERSAL, mal, mal, y luego lo mismo, la guerra sucia. EL UNIVERSAL ni modo que sean doctrinarios, no, no, no ahí es otra cosa y de repente empiezan a atacarnos y atacarnos, y hoy hasta una carta, molestos porque estamos en contra de la libertad expresión no, no, no estamos en contra de qué se use la libertad de expresión para lucrar. Estamos en contra de que se utilice para calumniar, para chantajear, para robar”. Y qué esperaban, “gobierno que crece torcido nunca su tronco endereza”.
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