La cultura en Veracruz hace tiempo que dejó de importar. Desde esos años en que se colocó en la titularidad del Instituto Veracruzano de Cultura a un dipsómano que en lugar de ir a trabajar se iba a seguir la peda al bar “Chico Julio” de la calle de Victoria en Xalapa; por supuesto nos referimos a Rodolfo “Chico Julio” Mendoza. Veracruz dejó de tener una agenda cultural, se perdió la tradición de algunos eventos importantes, las casas de cultura se convirtieron en salones de fiesta donde un día se presenta un ballet folclórico y otro día una reunión de vendedoras de Avón. No hay política cultural en Veracruz, no hay proyectos a los que se les dé seguimiento, no hay fomento a la lectura ni a la música ni al teatro; no hay fomento para nada.
No existe la intención de crear públicos para los pocos eventos artísticos que se llevan a cabo; proyectos institucionales o independientes. Los funcionarios que trabajan en el IVEC sólo se preocupan en que la quincena les llegue completa y el aguinaldo a tiempo. Silvia Alejandre Prado, quien llegó al cargo por su amistad con “la loca de la casa”, es decir el hermano del gobernador, fue la que le cargaba la bolsa a Aracely Friscione y el portafolio a Jorge Duarte. Si bien no se puede negar que es una mujer preparada, no pudo hacer nada con el instituto que conocía muy bien y que pudo, con el presupuesto que le dieron, echar a andar proyectos.
Pero no, hizo muy poco, si es que algo hizo. Todos esos diputados que aprobaron la creación de una Secretaría de Cultura en Veracruz no tienen ni la menor idea de lo que es la cultura en Veracruz. Sólo les importaba seguir la orden del gobernador, para que se creara más burocracia, para que se erogara más presupuesto en proyectos inútiles. Inútiles no por su carácter cultural, inútiles por quienes los llevan a cabo. Pasar de un Instituto a Secretaría no va a cambiar nada; la cultura en Veracruz seguirá siendo relegada, seguirá siendo, para los gobernantes, un asunto sin importancia.
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