Una de las cosas que uno aprende de las desgracias es que cuando alguien nos dice que las cosas podrían estar peor, tiene razón, todo siempre podría estar peor. Por ejemplo, en México, las cosas sí podrían estar peor, pero eso no quiere decir que las cosas estén bien. El presidente López Obrador no se da cuenta, pero en sus conferencias mañaneras constantemente hace un mea culpa. Cuestionado sobre si las reuniones con su gabinete de Seguridad a las 6 de la mañana están dando resultado, el presidente dijo que si no se reuniera las cosas estarían peor. ¿Peor? Para empezar López Obrador, de facto, reconoce que las cosas están mal. Y tan mal que las bandas del crimen organizado han creado su propia forma de gobierno a base de la extorsión.
Centenas de municipios y rancherías viven constantemente con la extorsión encima. El precio del huevo, la leche, las tortillas, la carne, la fruta, las cervezas y otros artículos de primera necesidad cargan un impuesto de extorsión que va a manos de los delincuentes. Lo que ocurrió en Texcaltitlán fue porque los pobladores estaban hartos de pagar el impuesto de la extorsión que incluía pagar por cada metro cuadrado de siembra; ello sin importar si la producción es buena o mal.
Pero eso que ocurre en Texcaltitlán, Estado de México, ocurre en cientos de municipios. Y el gobierno federal o sabe. Entonces, si lo sabe, ¿de qué carajos hablan en esas reuniones del gabinete de Seguridad? Esas reuniones sólo sirven para rendir pleitesía al tirano, al gobernante que entregó a su pueblo a manos de las bandas del crimen organizado.
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