Lecciones de vida de un pequeño de siete años

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Lecciones de vida de un pequeño de siete años FOTO: WEB
- en Opinión

Luis Ortiz Ramírez / En ocasiones la vida nos da lecciones difíciles de olvidar. Hace unos años, cuando mi hijo Luis Donaldo tenía unos siete años de edad, recibí una lección que aún no puedo olvidar. Un sábado nublado, desperté de mal humor, ya tenía unos minutos en que mi hijo me insistía en que me levantara, ya que le había prometido que lo llevaría al bosque.  Él ya estaba calzado con sus pequeñas “jeep” y una chamarra amarilla, con trabajo me puse mis botas de montaña, tomé una chamarra, nos subimos a la camioneta y enfilé hacia las Vigas.

En la salida de la ciudad, mientras esperaba que el semáforo cambiara a verde, mi hijo me dijo, Papá no arranques, hay un señor que está llorando. Efectivamente en la parada del autobús había un señor de mediana edad con un joven adolescente de unos trece años sentado en una silla de ruedas.

Mi hijo descendió de la camioneta y se acercó a preguntarle si tenía algún problema. El señor nos dijo que tenía que llegar a San Miguel del Soldado ya que su esposa estaba preocupada por ellos, ya que el médico que atendía a su hijo llegó muy tarde, y que por eso habían perdido el camión un día anterior.  El problema era que los taxis le cobraban muy caro y otros no lo llevaban por la incomodidad de la silla de ruedas.

Mi hijo sin preguntarme, le dijo que nosotros los llevaríamos a su destino. En el camino, el señor Jorge, así se llamaba, me dijo que era un ebanista originario de Misantla, pero que en ocasiones el trabajo escaseaba, y que, con la enfermedad de su hijo, los gastos no cesaban.  De manera que se mantenía haciendo sillas de yute.

Su hijo se llamaba Miguel y tenía esclerosis juvenil, esta es una enfermedad muy rara de las neuronas motoras caracterizada por la disfunción progresiva de las neuronas motoras superiores, que lleva a la pérdida de la capacidad de caminar, la consiguiente dependencia de una silla de ruedas y, posteriormente, se produce una pérdida del lenguaje oral.

Antes de llegar, el pequeño Miguel, comenzó a balbucear y dar pequeños sobresaltos de gusto. Al llegar, salió una mujer y abrazó a su pequeño hijo, y le dio un beso en la mejilla a su esposo. El señor Jorge, intentó darme un billete arrugado de cien pesos, por supuesto que no se lo recibí.

Ahí los dejamos y emprendimos de nuevo el rumbo a nuestro destino.  Paramos en una cabaña que era un restaurante, después de estar satisfechos, le dije a mi hijo, paga el desayuno con el dinero que te dio tu mama.  El con una hermosa sonrisa me dijo, ya no tengo, el dinero que me dio mi mama, lo puse en el bolsillo de la chamarra de Miguel.  Pague el desayuno, me conmovió mucho la generosidad de mi hijo con los extraños.  Esa lección que dio un pequeño de siete años, aun no la olvido, ni pretendo hacerlo.

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