Lo dijimos a tiempo. Alguien que mantenga una relación sentimental con Sandra Cuevas puede considerarse mentalmente apto para conducir una urbe como la Ciudad de México. Adrián Rubalcava, el amorcito de Sandra Cuevas, dijo que renunciaba al PRI y como venganza iba a pedir a los diputados de la demarcación de Cuajimalpa, de donde era alcalde, votarán a favor de ratificar a Ernestina Godoy, la funcionaria que mandó a espiarlo. También se dijo dispuesto a hacer alianzas. Es decir, se puso su liguero, se levantó la falda y se fue a buscar una esquina cerca de las oficinas de Morena.
Sin embargo, incongruente como es, Adrián Rubalcaba recula: «Después de que pasó el arrebato, el coraje, medité que lo importante es salvar a la militancia priista que cree en mí. Y eso es lo que estoy haciendo, que dejen de señalarme de traidor. Y esto va para los panistas y para los priistas que lo han estado haciendo de manera irresponsable y con ganas de dañarme».
Dice Rubalcava que como priista, todavía, va a buscar que se le restituyan sus derechos: «Es un juicio que va encaminado a que se me restituyan mis derechos, que acrediten los partidos el porqué no me quisieron dar el registro, que justifiquen por qué se le otorgó solamente a uno cuando la convocatoria era clara y plena (…) que muestren los análisis y los esquemas de valoración para determinar que solamente el candidato de Acción Nacional podía competir». Es decir, se queda pero para ser una piedra en el zapato del Frente Amplio.
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