Eran tres los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación los que se sometían, sin cortapisas, a la voluntad del Ejecutivo. Loretta Ortiz, Yasmín, “la plagiaria” Esquivel y Arturo Zaldívar. Estos sujetos se olvidaron de la división de poderes y se entregaron por completo a los caprichos de un presidente tirano. Las defensas de Zaldívar a las iniciativas presidenciales que finalmente se echaban para atrás formarán parte de la “historia universal de la infamia”.
Darle vueltas y vueltas a un asunto para hacerlo parecer bueno cuando bien sabía el ministro que era perjudicial. Ahora, a instancias de la Presidencia, Arturo Zaldívar renuncia como ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para irse a la campaña de Claudia Sheinbaum. Vaya abyección la de un hombre que parranetamente lo había conseguido todo en su carreta jurídica.
Se va Zaldívar, dicen los que saben, a preparar un duro golpe en contra de la institución a la que perteneció. Señala el columnista de El Universal, Mario Maldonado: “Zaldívar se irá a la campaña de Sheinbaum, más que para asesorarla legalmente, para darle forma a la propuesta de AMLO de reformar al Poder Judicial, y luego de que hayan pasado los dos años que constitucionalmente se requieren para poder tomar un cargo como secretario de Estado, legislador o fiscal general, si es que Sheinbaum logra la Presidencia”. Zaldívar, un “sin vergüenza”, ejemplo claro de la sumisión al poder.
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