Cuando la historia haga un juicio sobre los actos del presidente López Obrador, seguramente quedará como un hecho vergonzoso y como una traición a los mexicanos, la condecoración que le hizo al General Cienfuegos, considerado como un capo por los miembros de la DEA. Se sabe que, dentro del primer círculo del mandatario federal, hubo reacciones de desaprobación, sin embargo, siguiendo una máxima de la política mexicana, comieron sapos y no hicieron gestos. Simplemente guardaron silencio, y pasaron a ser cómplices del primer mandatario.
Todavía están frescas en la memoria de muchos mexicanos, cuando el actual presidente, criticaba a los gobiernos anteriores de utilizar al ejército en funciones ajenas a la defensa de la patria. Hoy, las fuerzas armadas, son la mano que mece la cuna en el gobierno de la 4T.
Hoy, López Obrador se hace llamar férreo defensor del ejército mexicano. Hoy el tabasqueño deja atrás a miles de desaparecidos de la guerra sucia, para él, los padres de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, quedan en segundo lugar.
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