El mejor ejemplo de que vivimos en un estado fallido lo vemos en Apatzingán, Michoacán. Hace años que los productores vienen pagando cuota al crimen organizado por cada kilo de limón que cortan, por cada kilo de limón que venden. Hace unos meses los productores pidieron al gobierno que hiciera algo, pues la situación ya era insostenible. El presidente López Obrador, como siempre minimizó el problema diciendo que no pasaba nada. A pesar de esos se desplegaron elementos del Ejército para hacer rondines por la zona.
Sin embrago, después de varias semanas de esos rondines los productores acusan que todo ha sido una simulación: «Las extorsiones siguen todavía al día, oiga. La Asociación de Limoneros no vemos el apoyo del gobierno. O sea, nomás es como una simulación lo que está pasando». Algunos productores dicen que las autoridades saben en qué lugar se encuentran los extorsionadores, pero no van por ellos: «Hay ciertas personas [empacadores] que ya nos conocen, que dicen: ‘a fulano hay que entregarle la cuota y hay que entregársela sin excepciones, ni réplica ni nada’».
El riesgo que corre un productor de limón en Apatzingán es que, si no paga la cuota, o lo matan o lo desaparecen. Por supuesto, el presidente seguirá negando que el problema exista, seguirán los rondines, pero no se acabará con la extorsión.
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