Los tiempos de Marcelo

Marcelo
Marcelo Ebrard Casaubón FOTO: WEB
- en Opinión

Jorge Flores Martínez / Parece el título de una novela costumbrista del siglo XIX, pero no, es el nuevo surrealismo tetratransformado de la segunda década del siglo XXI mexicano. Los tiempos de Marcelo.

El timing político de Marcelo Ebrard es el peor que pudo haber imaginado, nunca pensó encontrarse en la disyuntiva en la que está. Cada día pierde margen de maniobra de negociación con cualquier parte. Su salida de Morena ahora es intrascendente, no molesta ni representa el menor costo político para el movimiento. Nadie en su sano juicio acompañará a Marcelo cuando están por repartirse el botín de más de 20 mil puestos de elección popular, muchos de ellos reelecciones.

Su paso a Movimiento Ciudadano ya es muy barato por cantado. No tiene nada que sorprenda ni nada que ofrecer a Dante Delgado. A Claudia Sheinbaum le saldrá de oferta deshacerse de una sombra que la iba a acompañar, si es que gana, los próximos seis o más años. Marcelo Ebrard quedó reducido a la irrelevancia. El golpe fue demoledor y total, la lección para sus otros compañeros de partido es clara y fuerte.

Sumarse a la campaña de Xóchitl Gálvez es imposible, sabiendo que tienen expedientes listos en la Fiscalía General de la República para echarlos a andar. No hay forma de entender que pretende Marcelo, difícil ver que busca. Las salidas son pocas y cada vez serán más agachado, hasta que termine saliendo de rodillas de donde tenga que salir.

Lo mismo le pasó a Ricardo Monreal, quedó reducido a la irrelevancia total. No tiene poder alguno ni representa nada ni a nadie. En su momento me resistí a pensar que López Obrador haya planeado la caída de Monreal y Ebrard con precisión quirúrgica y frialdad maquiavélica, más bien me parecía una carambola de chiripa que presume el jugador una vez realizada la proeza.

Pero ahora, con calma veo la jugada estratégica para deshacerse de dos figuras políticas que le iban a hacer la vida imposible a Claudia Sheinbaum, simplemente aplaudo y reconozco la genialidad. Una vez es casualidad, dos veces ya es otra cosa. A Monreal lo redujo a la obediencia total y absoluta y a Ebrard a la intrascendencia. No movió un dedo, ni siquiera se despeinó López Obrador y quitó del camino a dos estorbos y molestias futuras.

Dicen que un político debe conocer a sus adversarios, y si consideramos que en política no hay amigos, podemos resolver que todos son adversarios, es decir, los amigos son potenciales adversarios y así hay que atenderlos siempre.

Lo que hizo López Obrador fue una jugada política magistral. No era suficiente sacarlos de la competencia, lo que se tenía que hacer era reducirlos a nada. Lo hizo tan bien que ellos ni cuenta se dieron, es más, todavía creen que el presidente es incapaz de hacerles algo así. Se permitieron un lujo que un político jamás debe permitirse, fueron ingenuos.

Ahora la Sheinbaum va sola, nadie le hace sombra ni competencia. López Obrador vigila sus pasos orgulloso de su creación. Ya le tocará el turno a Claudia de pasar a pagar la cuenta, nada de esto es gratis y todo se paga. A menos que

Mientras tanto, Marcelo jugando con el tiempo que es lo último que le queda. Pero para jugar con el tiempo se tiene que ser muy inteligente, estratégico y pragmático. No veo nada de eso.

También se requiere ser valiente, determinado y cabrón. Tampoco veo eso, menos.

Mientras tanto diviértanse, ver a Noroña como fiel escudero, a Adán Augusto llevando el mandado, y a Manuel Velasco en lo que se ofrezca, no tiene precio. No es que López Obrador sea muy grande, es que escogió rodearse de puro pendejo.

Y así, pues parece un gigante.

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