Ricardo Monreal se amansó, se entregó a los brazos de López Obrador. Melodramático, como una Dolores del Río cualquiera, mordió su rebozo y dijo: «Prefiero no ser nada antes que traicionar al presidente». En la ceremonia que se dio a conocer que Claudia Sheinbaum era la candidata de Morena a la presidencia de México, Monreal se puso de tapete y limpió el polvo de los zapatos de la Sheinbaum. De inmediato, un día después, declaró que él buscaría el gobierno de la Ciudad de México: «Estoy cerrando un ciclo, que es acompañar este proceso y comienza otro que en los próximos días estará revisándose para participar en el proceso interno de la jefatura de Gobierno, si es que las condiciones se dan».
Ese era el trato con López Obrador. Lo que Monreal no quiere entender, es que el presidente no tiene palabra, y que al igual que con Marcelo Ebrard, López Obrador lo va a agarrar de su pendejo. Señala la editorial Bajo Reserva de El Universal: «La prueba de fuego para el bastón de mando será la decisión sobre la candidatura al gobierno de la Ciudad de México. Nos comentan que si el secretario de Seguridad Ciudadana, Omar García Harfuch, quien es hombre de toda la confianza de doña Claudia, y además encabeza con amplitud todas las encuestas de preferencia electoral, es considerado para competir por la candidatura capitalina, habrá una prueba clara que el bastón que recibió la exjefa de gobierno funciona».
La Sheinbaum detesta a Monreal, él lo sabe. ¿Cómo se le puede ocurrir que ella le daría el visto bueno?
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