Marcelo Ebrard no es tonto, puede que se haga el tonto, pero no lo es; puede que le quieran ver la cara de tonto, pero no lo es. Sabe, porque tiene operadores en todos los estados de la república, que con recursos públicos se llevó a cabo una campaña encubierta para apoyar a Claudia Sheinbaum. Tan sólo en el estado de Veracruz, diputados, secretarios de gabinete, y hasta directores de oficina movieron a sus empleados para llevarlos de acarreados a las concentraciones en las que se presentaría la Sheinbaum. De la Secretaría de Salud, una de las dependencias con más empresas fantasma y por lo mismo con más corrupción, salían autobuses llenos de empleados.
Todo eso lo sabe Ebrard y por ello explotó. Se hartó de ver que sus llamados a piso parejo, a juego limpio, a dejar las simulaciones no tuvieron eco en la dirigencia de Morena. El discurso de Ebrard fue tan duro que parecía de rompimiento: «Lo que estamos viendo ahorita, están usando masivamente a la Secretaría del Bienestar en todo el país están utilizando las brigadas para decirle a la gente que el presidente quiere que sea Claudia. Están haciendo una carreo de veras monumental ¿Por qué? Esa es la pregunta».
De hecho, en algún momento le advirtió a Claudia Sheinbaum: «También a Claudia se lo digo ¿Qué necesidad, qué caso tiene comprometer todo aquello por lo que hemos luchado?» Y es que el rompimiento de Ebrard comprometería la unidad de Morena, y eso no conviene ni al presidente. Veremos qué pasa, pero Ebrard ya lanzó la primera advertencia.
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