1 de julio de 2018. Hace 5 años lloré conmovido por el triunfo de López Obrador. Hoy agradezco que sólo falte un año para que se vaya a “La Chingada”

Andrés Manuel López Obrador FOTO: WEB

La noche que López Obrador dio su discurso en el Zócalo de la Ciudad de México se me vinieron las lágrimas a los ojos. No tengo empacho en decir que lloré. Tanto tiempo esperando que Andrés Manuel llegara al poder para que empezara el verdadero cambio, la Cuarta Transformación. Esa noche pensé que en México estaba naciendo un Mandela latinoamericano. A los pocos meses, desde su podio de las mañaneras, a la luz de decisiones absurdas y populistas, el López Obrador del 2006 y del 2012, se empezó a desdibujar. Cinco años han pasado y la figura del presidente burlón, impositivo, agresivo, incongruente, corrupto y sobre todo mentiroso ya me es insoportable.

Pero lo más preocupante de todo esto es que millones de personas siguen creyendo en López Obrador, como si el señor les hubiera cambiado la vida para bien. A millones de mexicanos les da un apoyo de 5 mil pesos mensuales y ya con eso viven agradecidos, porque en su vida alguien les había regalado al menos un mendrugo de pan. Los ha convertido de pobres en miserables y ellos ni cuenta se han dado. Cinco años han pasado y esa noche que lloré conmovido por el triunfo de López Obrador me parece tan lejana; pero no en el tiempo, sino en mis sentimientos, en mis afectos, en mis emociones.

Yo salía a las calles a pregonar que López Obrador sería el mejor presidente de todos los tiempos, yo me peleaba defendiendo a López Obrador, yo vivía orgulloso de que el señor fuese un baluarte de honestidad, de congruencia, de verdad. Pero López Obrador ha resultado todo lo contrario. A estas alturas agradezco que, después de cinco años, al señor sólo le quede un año y meses para irse a “La Chingada”.

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