Claudia Sheinbaum se ha tenido que exponer más a los reflectores y a las cámaras de la prensa. Las fotografías que le toman revelan, en buena parte, lo que la señora trae adentro. La semiótica de sus gestos la delatan. Tiene razón Carlos Loret de Mola, «apenas semana y media que llevan los recorridos morenistas, Claudia Sheinbaum es una versión todavía más triste de lo que era: le quitaron la investidura de jefa de Gobierno y fue como si le vaciaran lo poco que le quedaba de combustible». Y no se trata de que sea mujer y una prensa misógina la ataque. Es ella, que no puede disimular sus estados de ánimo. De acuerdo con especialistas en relaciones públicas, la imagen de un candidato debe reflejar sus cualidades humanas: simpatía, honradez, sinceridad.
Pero también sus cualidades intelectuales: inteligencia, experiencia, nivel cultural. Por supuesto sus cualidades políticas: experiencia política, aceptación en la organización, capacidad de negociación. Sin embargo, haga usted un repaso de las fotografías y videos de Claudia Sheinbaum en campaña. Claudia quiere ser López Obrador, quiere ofrecer el carisma del tabasqueño que estuvo haciendo campaña por más de 12 años.
Por ello, como ya lo señalamos, la señora Sheinbaum se la pasa repitiendo las mismas cosas que el presidente en las mañaneras y asume todos los rencores del presidente, todos sus odios, todas sus broncas. Ante esa falta de originalidad, Claudia Sheinbaum sólo es una sombra de lo que es López Obrador. Las imágenes la delatan, no parece candidata a la presidencia; sólo verla nos hace pensar en las tías malvadas de los cuentos.
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