Paranoico culto a la personalidad

Mural
El rostro del gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García Jiménez, quedó plasmado en un mural, junto a la pintura del presidente de la República Mexicana, Andrés Manuel López Obrado, y el político y socialista Heberto Castillo FOTO: JUAN DAVID CASTILLA
- en Opinión

Arturo Reyes Isidoro / ¿En qué momento quienes hoy gobiernan Veracruz –es un decir, que conste– perdieron la dimensión de su verdadera estatura y sin que termine todavía su sexenio, sin que se sometan –o la sociedad los someta– al juicio de la historia, que nunca perdona, se creen ya merecedores de ser venerados y fomentan la práctica del culto a la personalidad?

Me pregunto quién les dijo y les hizo creer que sin que todavía los veracruzanos emitan su veredicto y los lleven a juicio para decidir si son inocentes o culpables, ya son merecedores de honores reservados solo para los hombres insignes, ilustres.

El 16 de octubre de 1953, Fidel Castro hizo una histórica defensa, la suya, ante el Tribunal de Urgencia de Santiago de Cuba, que lo juzgó por el ataque al Cuartel Moncada el 26 de julio de ese año, que inició la cruenta lucha que culminaría con el triunfo de la Revolución cubana. Pronunció entonces una frase que pasó a la historia y que da sustento, desde entonces, a los movimientos de los pueblos en su lucha por su libertad y a quienes los encabezan: “La historia me absolverá”.

Un hombre de su estatura no se declaró ni se creyó entonces héroe. Sabía que luchaba por una causa justa, pero que él mismo no podía calificarse; que solo su pueblo y el tiempo habrían de colocarlo en el sitio que se mereciera, si es que se merecía algo; que le darían su justa dimensión. Lo cito porque según el cuitlahuista es un gobierno de izquierda y según los mueven también figuras de la estatura de Castro, del Che Guevara, de Camilo Cienfuegos.

En lo que parece ya una paranoia de que son los salvadores de Veracruz, de que son únicos, de que Veracruz empezó su historia, a ser, a partir de que ellos llegaron al gobierno y que han hecho tanto bien que no necesitan ni el fallo ni la sentencia del pueblo veracruzano ni la perspectiva que da el paso del tiempo, apenas a cuatro años y medio de ejercicio ya empezaron a autoglorificarse.

Cuando empezamos a ver que el secretario de Gobierno Eric Cisneros mandaba pintar la imagen de su rostro en murales que él patrocina, creíamos que era una más de sus chifladuras. Pero, ahora sí, como el Quijote a Sancho, al que contagió su locura, ahora vemos que el afrodescendiente contagió al gobernador Cuitláhuac García Jiménez y al secretario de Educación, Zenyazen Escobar García, quienes han procedido a imitarlo.

¡Se comparan con Heberto Castillo!

¡Recáspita!, exclamé y me fui para atrás cuando vi la imagen del mural que Cuitláhuac y Zenyazen mandaron pintar en el nuevo edificio del plantel 338 del Conalep en Córdoba, ¡en el que ordenaron que incluyeran las imágenes de sus rostros!, una forma de quererse inmortalizar y pasar a la historia como los grandes constructores de escuelas, como si sus antecesores no hubieran mandado construir todas las que ya había cuando ellos llegaron, aunque a ninguno se le ocurrió que a cambio pintaran en ellas sus caras, sus rostros, sus imágenes.

Pero, además, qué insolencia, qué grosería, qué ofensa para los verdaderos izquierdistas y verdaderos luchadores sociales, aquellos que perdieron la vida o que pasaron buena parte de su vida huyendo, escondiéndose de los gobiernos represores del PRI, como el ingeniero Heberto Castillo, uno de los héroes del 68, veracruzano ilustre, de Ixhuatlán de Madero, a cuya altura histórica pretenden estar y se hacen colocar en el mural al lado de él.

Los jóvenes del 68, los de mi generación, no olvidamos el 28 de agosto de aquel año cuando policías de Díaz Ordaz intentaron secuestrarlo y le propinaron una golpiza afuera de su casa, que le provocó una fisura de cráneo. Como pudo escapó y fue a dar a Ciudad Universitaria donde lo atendieron estudiantes de Medicina Veterinaria. Como lo buscaban, escapó de ahí y fue a dar a la casa del general Lázaro Cárdenas, quien lo tuvo escondido. En 1969 finalmente lo detuvieron y lo encerraron en Lecumberri. Lo conocí en Coatzacoalcos cuando yo casi era un chamaco y él ya andaba con aquel Movimiento para la Liberación Nacional, con el que simpatizaba.

Ahora Cuitláhuac y Zenyazen se hicieron pintar compartiendo espacio con él. Qué atrevimiento. Cuánta osadía. Cuánta procacidad, además, compararlo con López Obrador y hacerlo dibujar a su lado.

Pero este mural no es el único. Quién no recuerda el que mandó pintar Eric Cisneros en Misantla en agosto del año pasado en el que hizo que dibujaran también su imagen y al que los habitantes mostraron su rechazo mandándolo a embadurnar con pintura negra. En esa ocasión, Cuitláhuac reprobó ese hecho de culto a la personalidad de su colaborador. Dijo que creía que no se volvería a repetir, aunque después se repitió en otro pueblo. Y cuando los reporteros le dijeron que por qué Eric y no él era quien aparecía en el mural, respondió: “Yo no soy fotogénico”. ¿Es que diez meses después ya cambió, ya es fotogénico y por eso se hizo pintar en la escuela de Córdoba?

Y según López Obrador, no le gusta el culto a la personalidad

La acción de Cuitláhuac, Cisneros y Zenyazen choca con la postura de su presidente, López Obrador, quien el 3 de enero de 2022 dijo que no le gustaba el culto a la personalidad.

Ello a raíz de que una estatua de él que había erigido e inaugurado en su honor el ayuntamiento de Atlacomulco, Estado de México, cinco días antes había sido derribada por los pobladores. “Yo les agradezco mucho por sus buenas intenciones, pero también que me hagan caso porque no me gusta lo que tenga que ver con la vanidad, el culto a la personalidad”, manifestó.

Pidió a los lambiscones que quieren quedar bien con él “que tomen en cuenta de que yo he expresado de que no quiero que pongan a calles, a parques, a bibliotecas mi nombre, ni quiero tampoco que me levanten ninguna estatua, no quiero nada de eso, lo he expresado varias veces”. Pero en Veracruz las autoridades de su partido tienen los oídos sordos.

Cuando se da uno cuenta lo que acaba de pasar en Córdoba no puede dejar de pensar que es pura hipocresía.

Desde 2018 ya habían puesto su nombre a una calle

El culto a la personalidad lo trae inoculado Cuitláhuac desde que era gobernador electo. El 27 de agosto de aquel año, en “Prosa aprisa” (“Culto a la personalidad”) comenté que su mismo equipo de prensa había dado a conocer que una calle de Huiloapan, en la región de las Altas Montañas, llevaría su nombre, lo que además había confirmado el ayuntamiento que presidía José Gabriel Flores Sarabia.

“Me extraña sobremanera que el gobernador electo haya permitido tal desatino político porque el hecho abrió el paso al culto a la personalidad en su administración cuando ni siquiera es proclamado gobernador constitucional y cuando todavía no se tienen los resultados de su gestión y por lo tanto no se sabe sí será merecedor de que alguna obra lleve su nombre”, comenté entonces.

Agregué: “El culto a la personalidad lo practicaron, y de qué forma, los priistas en su época de esplendor, poniendo su nombre, o el de su esposa, a calles, mercados, colonias y a las más diversas obras y espacios públicos, o construyendo estatuas de su persona para perpetuar su nombre. Pensé que los de Morena, que tanto han criticado a tricolores y a panistas, no caerían en esa práctica”.

¿Rebautizarán con sus nombres todos los espacios públicos?

Pero sí lo hicieron, ¡cuando todavía les falta año y medio para terminar su gestión! No será raro entonces que en adelante veamos que obligan a los ayuntamientos del estado a cambiar la nomenclaturas de calles, avenidas, puentes, parques, mercados, a las autoridades educativas el de las escuelas, en fin, la de todos los sitios públicos.

Así, a nadie debe sorprender si mañana hay avenidas Cuitláhuac García, puentes Eric Cisneros, escuelas Zenyazen Escobar, calles Eleazar Guerrero, mercados Dorheny García, reclusorios Verónica Hernández Giadáns, si además colocan estatuas de ellos y de otros, si pintan sus rostros en cuanto mural se pueda, si les ponen sus nombres a colonias, si a los auditorios les cambian los nombres por los de Claudia Sheinbaum y Rocío Nahle. En fin.

Como ya acabaron con la pobreza, como ya no hay inseguridad ni violencia, como ya no hay desempleo, como están a rebosar de medicamentos los hospitales, como ya dotaron a las ciudades de agua y no hay escasez, como ya lograron que bajen las tarifas eléctricas, como ya no permiten que roben los de las grúas, como ya no hay inocentes en la cárcel, como encarcelaron a la presidenta del Tribunal Superior de Justicia por amenazar a los jueces que aplican la ley, por todos esos logros y más, merecen que, desde ya, los inmortalicen. Cómo no. ¿O no? ¿Qué no? (por favor, no se ría).

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