En su momento Ricardo Monreal, por su mesura y oposición a los caprichos del presidente López Obrador, era bien visto entre los diputados y senadores. El desdén del presidente López Obrador lo creció, su oposición a las arbitrariedades cometidas en contra de José Manuel del Río Virgen, además de su disputa contra el estulto gobernador de Veracruz, lo siguieron creciendo. Sin embargo, Monreal sabe que sin la venia del presidente López Obrador, cualquier aspiración que tenga queda anulada. Es por ello que, ante la necesidad de quedar bien con el presidente, accedió a montar un gran excusado legislativo para que los senadores de Morena fueran a defecar sobre la Constitución.
Dice Monreal que lo sucedido durante la llamada “noche negra” del Senado fue completamente legal y constitucional. Con ello respalda la imposición presidencial y el sometimiento de los senadores a los caprichos de un presidente tirano. Sin embargo, si bien es cierto que el presidente le dio unas cuantas palmadas en la espalda y lo sentó a su siniestra, Monreal salió perdiendo.
Los senadores de oposición lo repudian, los senadores de su partido lo repudian y a pesar de las palmadas en la espalda que le diera el presidente, todos sabemos que lo repudia. En resumen, el gran perdedor de la diarrea legislativa fue el senador Monreal, quien no quedó bien ni con Dios ni con el diablo; es decir el pobre diablo.
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