El espíritu chocarrero de Plutarco Elías Calles se pasea en los pasillos de Palacio Nacional. Al menos sus deseos de perpetuarse en el poder ya han calado hondo en el espíritu tabasqueño del actual presidente. Los febriles deseos de López Obrador, de que su sucesor impulse las reformas necesarias para erradicar la supuesta corrupción del poder Judicial, no suenan como sugerencias, más bien se escuchan como instrucciones precisas.
Es cierto que el Ejecutivo federal ha dicho que, terminando su mandato, se retirará de la política, sin embargo, los mexicanos ya se han dado cuenta que el presidente cambia de parecer como cambia el clima. La tradición política mexicana muestra que el presiente saliente debe dejar espacio y reflectores al presidente entrante, por prudencia debe tener un papel discreto para dar margen a su relevo.
Esa era la ley no escrita del sistema. Ese era el secreto del antiguo sistema y los malos recuerdos del Maximato que impuso Plutarco Elías Calles y que terminó el general Lázaro Cárdenas. De modo que, aunque el presidente diga que se retirará de la política, eso aún está por verse.
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