El presidente López Obrador se siente el centro del mundo. Todos están contra él, contra su forma de gobierno, contra sus estrategias para combatir la pobreza, contra su “abrazos no balazos” para combatir la inseguridad, contra su Plan A, Plan B y Plan C. Ahora, el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM ha considerado que el Pan B para el INE significa un retroceso histórico para la democracia. López Obrador, desde su privilegiada tribuna se lanza en contra de este instituto:
“Son lo mismo, de ahí salió Lorenzo Córdova, y cuando termine ahí va a ir a trabajar, a la UNAM porque ahí están, me da una pena lo que han hecho de la UNAM; pero es lo mismo son mafias de la academia y existen también asociaciones de abogados con el mismo propósito de defender el statu quo”.
La desesperación del presidente es más que evidente. Sabe que la ley y la constitución no están de su parte, es consciente de la aberración que significan los cambios estructurales propuestos en su Plan B parea el INE, pero confía en que los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación se doblen y se pongan de su lado. Por eso defendió a la plagiaria Yasmín Esquivel, porque sabe que el voto de la ministra está de su lado, ese y quizá otros dos, pero no más. Sabe que no le alcanza, sabe que va a perder, por eso lanza aullidos de frustración.
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