Cuando los mexicanos escucharon por primera vez la noticia de que el primogénito del presidente López Obrador vivía en una lujosa mansión en Houston, con cine privado y alberca de 23 metros, el discurso franciscano que durante muchos años manejó el presidente se derrumbó estrepitosamente. Inmediatamente, el Gobierno Federal intentó tapar el sol con un dedo. Primero el tabasqueño, de manera balbuceante, señaló que la señora de su hijo era la del billete. Dando a entender que su hijo era un simple “mantenido”.
Desde luego, los medios señalaban un flagrante tráfico de influencias con Baker Hughes, y aunque Pemex lo negó tajantemente, hoy sale a la luz que el mismo día que el hijo mayor de AMLO ocupó La Casa Gris de Houston, la oficina de Pemex, en aquella ciudad texana, firmó un contrato con una filial de Baker Hughes.
Carmelina Esquer Camacho, hija de Alejandro Esquer Verdugo, secretario particular del presidente Andrés Manuel López Obrador y quien actualmente se desempeña como directiva de Pemex Procurement International (PPI), filial de Petróleos Mexicanos (Pemex) en Houston, Texas, hizo perdedizos los contratos con Baker Hughes.
Por cierto, llama la atención que la Secretaría de Energía, que dirige Rocío Nahle, tampoco investigó ni se pronunció sobre las compras y los contratos a Baker Hughes y sus filiales para materiales de la refinería de Dos Bocas. Ni hablar, no sólo salieron corruptos, sino hasta mentirosos.
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