La primera acción que llevó a cabo Cuitláhuac García al asumir el gobierno del estado de Veracruz, fue reunirse con los familiares de los desparecidos. Ahí el hijo del profe Atanasio empeñó su palabra y se comprometió a resolver sus casos. Cuatro años después ya ni siquiera recibe a los colectivos de búsqueda de víctimas en su oficina. Hoy, la violencia lo ha rebasado y ésta lo exhibe como un funcionario timorato e ineficaz.
Las estadísticas no mienten, al menos 10 políticos veracruzanos, entre alcaldes, exalcaldes, regidores, síndicos, aspirantes y operadores políticos con popularidad de diferentes partidos políticos, fueron asesinados en 2022 y a inicios de 2023 sin que se hayan detenido a los responsables, pero eso sí, sus casos han sido relacionados inmediatamente con la delincuencia organizada.
Desgraciadamente el gobernador vive en una burbuja que le impide reconocer que Veracruz le ha venido grande y que el estado está lleno de violencia, incluyendo homicidios y secuestros. Como dijera la cantante Alicia Villarreal, «le quedó grande la yegua».
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