El presidente Andrés Manuel López Obrador ha privilegiado la lealtad y la lisonja de los que considera sus amigos, antes que tomar en seria consideración la honestidad y la preparación de los que forman parte de su gabinete o de las instituciones encargadas de procurar justicia.
Su férrea defensa y apoyo que ha demostrado por la ministra Yasmín Esquivel para que sea la cabeza principal de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, a pesar de la grave acusación de plagiar su tesis, ha dado constancia de ello.
Todavía el viernes de la semana pasada, desde su natal Tabasco, afirmaba que “prefería equivocarse con la ministra que darle la razón a Guillermo Sheridan”, sin embargo, lo que el ejecutivo federal no acaba de entender, es que si la ministra Yasmín Esquivel, llega a ser la cabeza principal de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, esta carecerá de fuerza moral, su trabajo será cuestionable y por consecuencia se debilitará a la institución. Sin embargo, esto al presidente, le viene valiendo un soberano cacahuate.
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