Javier Duarte cometió una variedad de crímenes como gobernador de Veracruz porque creía que seis años en el gobierno eran una eternidad. También cometió esos crímenes porque pensó que, siendo el mejor amigo que tenía Enrique Peña Nieto en Veracruz, el entonces presidente le pasaría por alto cualquier delito. Pero seis años no son una eternidad, como también lo está viendo Cuitláhuac García. Y Peña Nieto, cuando vio la debacle del PRI, no pensó en Javier Duarte, Peña pensó en salvar su pellejo. Duarte siempre dijo que Arturo Bermúdez Zurita, acusado de genocida por varios grupos de búsqueda, sólo saldría de la Secretaría de Seguridad si él como gobernador también saliera; lo decía porque Bermúdez Zurita era su cómplice en esos crímenes.
Ahora que un juez ha vinculado a proceso a Javier Duarte por el delito de desaparición forzada, su abogado defensor a sueldo, tiene que buscar la dialéctica más persuasiva para hacer pasar a este criminal por inocente. Dice Pablo Campuzano de la Mora sobre la vinculación a proceso: «Esto se determinó con sustento en un solo dato de prueba del cual existen indicios fundados de que fue arrancado bajo tortura e incluso la propia Fiscalía General del Estado de Veracruz ha reconocido su calidad de víctima».
Todavía más, para vestirlo de inocente hasta le pone un grado que siempre supimos era espurio, el grado de doctor: «Tal como se ha manifestado en varias ocasiones, el Dr. Duarte NO es ni posiblemente responsable del delito de Desaparición Forzada de Personas; (…) Exhortamos a la FGE a perseguir los delitos que verdaderamente afligen a la sociedad veracruzana». Pero qué se puede esperar, el señor Campuzano, por un buen sueldo, juraría la inocencia de Duarte aunque el exgobernador hubiera violado a su abuela.
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